Yardena Schwartz. “La de Medio Oriente es la guerra de quienes usan la religión como un arma”
El 23 de agosto de 1929 más de 3000 árabes munidos de palos, hachas, cuchillos y antorchas se dirigieron al barrio judío de Hebrón, una ciudad al sur de Jerusalén que era parte del Mandato británico de Palestina, y emprendieron una matanza indiscriminada contra judíos desarmados, muchos de los cuales provenían de familias que habían vivido allí durante generaciones. El ensañamiento de violencia, muerte y humillación fue de una escala nunca antes vista en la región. Y en la mayoría de los casos, los árabes que participaron de esas matanzas eran vecinos, conocidos y en algunos casos, amigos de las víctimas.
“Esta guerra está siendo llevada a cabo por el gobierno israelí más incompetente de la historia”
Al leer el libro de la escritora y periodista estadounidense Yardena Schwartz sobre la matanza de Hebrón (Ghosts of a Holy War, Union Square & Co. 2024) es imposible no remitirse a los eventos del 7 de octubre de 2023, cuando miles de terroristas de Hamas ingresaron a Israel y llevaron a cabo una matanza de características comparables, mucho más grande en escala, pero similar en su crueldad y barbarie. “Los episodios son horrorosamente parecidos,” dice Yardena Schwartz, en conversación con este diario. “Incluso en ambos casos, los palestinos salieron a negar los hechos e intentaron responsabilizar a las propias víctimas por la violencia. La matanza de Hebrón fue el comienzo de esta guerra santa que continúa”.
Todo similar, excepto el contexto. Durante el pogromo de Hebrón no existía el Estado de Israel, no existía la ocupación israelí de territorios palestinos, los judíos eran una pequeña minoría en la región sin ejército ni aliados en el mundo y los judíos de Hebrón ni siquiera albergaban simpatías sionistas, dado que veían ese movimiento como secular y alejado de sus textos religiosos.
‘Lo que tienen en común estas matanzas es el elemento religioso’, señala Schwartz
Ha habido múltiples justificaciones sobre la acciones de Hamas, minimizando incluso actos aberrantes como la violencia sexual y el robo de bebés. Sin embargo en su libro, publicado el año último, Yardena Schwartz se pregunta cómo entonces pudieron suceder estas mismas atrocidades cuando las condiciones eran tan disímiles.
“Lo que tienen en común estas matanzas es el elemento religioso”, señala Schwartz. “El lenguaje y las consignas fueron las mismas. Una guerra santa contra un invasor que va a arruinar la pureza de la tierra árabe. Que va a destruir sus mezquitas. Cuando hablan de liberación es en el sentido de liberación de presencia judía”. Schwartz señala que en Occidente resulta difícil comprender estas consignas porque las guerras santas ya no existen hace siglos. Pero en Medio Oriente continúan y no solo en el conflicto palestino, dice Schwartz, que vivió más de diez años en Israel escribiendo para los principales medios del mundo, entre ellos The New York Times, Wall Street Journal y The Economist. Cuando estuvo allí investigó para su libro visitando Hebrón en decenas de oportunidades.
Hebrón es una ciudad de Cisjordania, en lo que en la antigüedad fue el reinado de Judea, y es donde yacen los restos de Abraham y los principales profetas del judaísmo, por lo cuál ocupa el segundo lugar como ciudad más sagrada para la religión judía después de Jerusalén. Hoy esa ciudad vive atravesada por la violencia entre colonos judíos y la población árabe.
Schwartz dice que la prensa en Occidente no está interesada en cubrir el conflicto incluyendo los aspectos fundados en la intolerancia religiosa. “Cada vez que yo incluía alguna referencia a ese tema en mis notas, era eliminado por mis editores,” dice. “Y eso es un problema que nos puede condenar a otro siglo de matanzas, porque cuando no puedes entender un conflicto, es imposible que lo puedas resolver”.
La plataforma fundacional de Hamas llama a la destrucción de Israel, pero es casi imposible encontrar referencias a estas definiciones en la prensa mundial. Más allá de su convicción acerca de las intenciones y métodos de Hamas, Schwartz se siente fuertemente conflictuada por la guerra actual en Gaza y dice que ningún otro tema ha dividido tanto al judaísmo en su historia contemporánea.
“Esta es una guerra justa, luego de la matanza de Hamas –dice Schwartz–. Las condiciones son inimaginables para Israel, con un enemigo que utiliza el sufrimiento de su propia gente como arma para destruirlo. Hamas ha dicho que los palestinos de Gaza se sacrifican felizmente por la causa. Pero también hay que decir que esta guerra está siendo llevada a cabo por el gobierno israelí más incompetente de la historia y está siendo prolongada para evitar los cuestionamientos al primer ministro Netanyahu por lo ocurrido el 7 de octubre. Y también hay que decir que la comunidad internacional ha sido la mayor responsable. Nunca puso la presión sobre Hamas por utilizar su infraestructura civil para su guerra, y siempre sobre Israel. Si la comunidad internacional hubiera puesto su foco en Hamas y sus aliados (Qatar, Turquía, Irán) esta guerra habría terminado”.
–¿Cómo fue que se interesó en la matanza de Hebrón, ocurrida hace casi cien años atrás?
–Es interesante porque representó el primer evento de asesinatos masivos del conflicto árabe-israelí. Es el punto de partida del arco histórico que culmina con la matanza del 7 de octubre. Es cuando se rompen años de convivencia pacífica y amistosa. Es el comienzo de la negación de los árabes a convivir de forma igualitaria con los judíos. Lo que ocurrió en Hebrón hace 96 años es muy importante porque, cuando uno ve lo ocurrido el 7 de octubre o la violencia de la segunda Intifada, hay elementos en común y no son precisamente la ocupación israelí. Lo que tienen en común es el aspecto religioso. Las consignas proferidas, el ensalzamiento del islam, el sometimiento de los judíos. Eso que se ve en las grabaciones de las matanzas de Hamas. En 1929 las masacres fueron realizadas en nombre de una mentira que decía que los judíos de Palestina estaban preparando la destrucción de la mezquita de Al Aqsa. La mezquita es el tercer sitio más sagrado para el islam y tanto en 1929, como durante la Segunda Intifada, como el 7 de octubre el argumento esgrimido es que las matanzas son en defensa de Al Aqsa. Es utilizar la religión como un arma y distraer a su pueblo de sus propias falencias. En 1928 fue todo fogoneado por el Gran Mufti de Jerusalem Amin al-Husseini que venía siendo acusado de corrupción y nepotismo pero al enfocarse en los judíos y el supuesto plan de destrucción de Al Aqsa pudo eclipsar sus propia inoperancia.
–De allí el nombre de su libro acerca de los fantasmas de la guerra santa.
–Sí, pero esto no es una guerra del islam contra el judaísmo. Es una guerra de los que quieren utilizar a la religión como una arma contra los judíos y que glorifican la violencia. En 1929, la violencia sobrevino después de un año de propaganda y mentiras y de incitación a la violencia. Y lo mismo hace Hamas presentándose como el defensor de Al Aqsa. Es una campaña permanente de desinformación a la que están sometidos los palestinos.
–Cuenta que la gran mayoría de los palestinos no reconocen que los judíos tengan una conexión histórica con su tierra.
–Exacto. Y eso es parte del problema. Porque si los palestinos no reconocen siquiera el hecho histórico de que los judíos tienen una conexión con esta tierra, ¿porque se sentirían en la obligación de negociar un acuerdo para compartirla?
–Un tema que va mucho más allá que el problema de los territorios ocupados.
–Si este conflicto fuese por tierras ya estaría resuelto hace rato. Hubo decenas de ofertas de acuerdos para compartir y dividir la tierra. Y todos fueron rechazadas. Para la mayoría de los árabes, cuando hablan de un Estado propio es todo el espacio entre el rio Jordán y el Mediterráneo. Y si bien el gobierno israelí actual no es propenso a una solución de dos Estados, esto es un fenómeno más reciente. La mayoría de los israelíes está dispuesta a compartir la tierra.
–En el libro, usted habla del problema de la educación que se imparte en escuelas palestinas.
–Así es. Allí directamente hay abuso infantil. Se les muestra a niños pequeños imágenes de violencia extrema mientras se les dice que lo deseable es ser un mártir que se inmola por su religión matando judíos. Y esto se enseña incluso en escuelas financiadas por la ONU, que maneja la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (Unrwa).
–Es interesante la enorme diferencia de mirada que tienen los dos millones de árabes palestinos que son ciudadanos del Estado de Israel y viven dentro de sus fronteras.
–Me alegra que me haga esa pregunta, porque esa es la prueba que la paz es posible. Si uno piensa en este largo conflicto, uno se pone muy pesimista. Pero si uno mira a los árabes de Israel y ve cuán pacíficos son, uno reconsidera. Es posible vivir en paz y eso debería ser posible a una escala más amplia.
–¿Y cuál es la diferencia?
–La diferencia es que los niños árabes israelíes no están siendo adoctrinados como los niños palestinos en el resto de la región. Y tienen padres que trabajan con israelíes y que les muestran que los israelíes y los judíos no somos monstruos.

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